LA SIRENA DE “PONGO”
A orillas del rió pongo, en la localidad del mismo nombre que se halla en la carretera a los yungas, fue el lugar indicado para que un matrimonio haga construir una casa de campo para pasar los fines de semana, aunque luego nadie quería cuidarla por que decían que por las noches se escuchaban gritos, alaridos y lamentos misteriosos.
Algunos creían que eran ruidos provocados por ladrones que querían asustar a los cuidadores para robar sus bienes; sin embargo los vecinos más antiguos decían que el lugar era visitado durante las noches por las almas de las personas que habían fallecido en un accidente carretero, en ese sector.
En efecto, cada vez que llegaba la noche nadie se animaba a pasar por ahí; así pues los dueños de la propiedad acudieron donde un conocido para que pudiera cuidársela. El hombre se llamaba Hernán, tenia unos 60 años y era incrédulo de las historias que se comentaban, así que valientemente aceptó velar la misteriosa casa. Ya en el lugar pasó su primera noche sin novedad, convencido de que todo era una mentira, el audaz cuidador se quedó un buen tiempo.
Al cabo de varias semanas los pobladores empezaron a creer que Hernán tenía algún pacto con el diablo para no sentir miedo en pasar las noches en aquel lúgubre sitio. Después de un buen tiempo, Hernán escuchó que afuera de la casa había gente que hablaba, entonces tomó su machete y salió para ver quien merodeaba por ahí; pero no encontró a nadie, así que decidió volver a su dormitorio. Al día siguiente, aseguró que la noche anterior habían intentado intimidarlo unas personas de carne y hueso y no unas almas; por lo tanto se dirigió al pueblo para comentar lo ocurrido.
Como era de esperar, los comunarios aseguraron que eran las almas de las victimas de aquel accidente, pero Hernán empecinado de destruir ese mito, pidió que alguien le facilitara un cartucho de dinamita, a pesar de las advertencias volvió a la casa, dispuesto a atrapar a quien quiso atemorizarlo, no imaginó lo que le esperaba.
Al final de la tarde fue al rió en busca de agua para preparar su cena y cuando metió su vasija en la posa vio a una mujer que estaba dentro del agua, la imagen de aquella fue tornándose cada vez más clara, hasta que Hernán distinguió un cuerpo misterioso, la mitad era de una enorme trucha y la otra de una hermosa mujer rubia de ojos brillantes.
Un sudor frió le invadió el cuerpo, soltó la vasija y se alejo asustado al ver aquel espectro; esa noche mientras intentaba conciliar el sueño, escuchó la voz de una mujer que le llamaba de las cercanías del rió; encendió un mechero para ahuyentar al espíritu maligno y pasó la noche en vela, esperando el amanecer para luego marcharse del lugar para siempre. Sin embargo, cuentan que desde entonces la mujer sirena del rió, no dejaba de llamarlo, hasta que una noche el cuerpo del infortunado fue encontrado muerto en la orilla del rió; desde entonces hasta ahora, en las noches nadie se acerca a ese lugar, porque cuentan que sigue se oyen los llamados tétricos de aquella mujer trucha, amante de Hernán; asimismo se teme correr la misma suerte de aquel hombre incrédulo.
Por: Luz Abigail Mamani Vela
jueves, 25 de junio de 2009
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2 comentarios:
Que bueno el cuento. Gracias compartirlo.
Que bueno el cuento. Gracias por compartirlo.
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